5G – La infraestructura del dominio

El proyecto de digitalización total de la sociedad continúa, en los países tecnológicamente más avanzados, a ritmos cada vez más frenéticos, y el 5G promete ser un avance crucial.

Por 5G se entiende el internet de «quinta generación», caracterizado por una velocidad y potencia de transmisión de datos que puede llegar a ser 100 veces superior al modelo precedente.

Si el 5G ya funciona en algunos países como Suiza, Estados Unidos, Corea del Sur y Gran Bretaña, en Italia desde el 2018 se ha empezado a experimentar con él en las ciudades italianas gracias a la instalación de nuevas antenas, de las que ya están previstas millares. Hoy Italia se coloca en segunda posición en Europa, después de Suiza, en cuanto a la difusión de esta red de nueva generación. El termino experimentación, utilizado particularmente por sus promotores, es muy acertado: el 5G es una verdadera experimentación a cielo abierto de la que todxs somos las cobayas. Ya se conocen los efectos cancerígenos de las ondas electromagnéticas de los teléfonos móviles y de los repetidores que permiten su funcionamiento, y sin embargo los capitalistas y los gobiernos no tienen escrúpulos para dejarlas entrar en las contaminadísimas ciudades, donde vive la mayoría de la población, además dentro de poco tiempo también llevarán al campo esta enésima nocividad que (no lo dudamos) será la causa directa de nuevas patologías o se sumará a la ya inextricable red de las factores que contribuyen a provocar tumores, enfermedades neurodegenerativas etc.; hasta el punto que el 5G utilizará radiofrecuancias 10 veces más potentes que las actuales, a las que ya estamos expuestxs (llegando hasta los 61 V/m).

La salud y las enfermedades no son secundarias en una crítica al sistema actual, ya que el aumento de enfermedades (tanto físicas como psicológicas) producidas por la civilización tecno-industrial demuestra su intrínseca nocividad, desenmascarando las promesas de mayor bienestar de las que esta misma sociedad alardea. Es más, es la misma enfermedad, la que es monetizada e instrumentalizada, tanto como fuente directa de ingresos para las grandes industrias químico-farmacéuticas, como para las investigaciones en ámbito médico, que tienen siempre la finalidad de crear nuevos fármacos, terapias, prótesis cada vez más avanzadas tecnológicamente (gracias al uso de biotecnologías, nanotecnologías, robótica, etc.). Las enfermedades son por lo tanto una fuerza propulsora necesaria para el avance en una dirección tecno-científica de la sociedad actual, avance en el que a menudo el sector médico-sanitario está a la cabeza.

Es por esto que no importa comunicar a las personas que sobre sus cabezas o al lado de su casa está por instalarse un nuevo repetidor con efectos potencialmente devastadores para su salud. La arrogancia de los gobernantes, los técnicos y las empresas llega a dar por supuesto el consenso, nunca concedido, de quien sufrirá los efectos de su nocividad en primer lugar, transformando a las personas en sujetos de experimentación.

En Milán, las primeras instalaciones de antenas para el 5G han llegado a los edificios de las casas populares de algunos barrios periféricos, demostrando que las cobayas preferidas de los poderosos son a menudo las franjas más pobres de la población (y otros grupos sociales considerados sacrificables, como los que se encuentran en las cárceles, en los centros psiquiátricos, etc.). En al menos una ocasión la instalación de una nueva antena 5G ha encontrado la oposición inesperada de los habitantes del barrio: 250 familias indignadas han bajado a las calles, protestando porque ni siquiera habían sido avisadas y porque no querían esa antena en sus casas. La empresa Iliad ha decidido suspender las obras para la instalación de ésta y de otras antenas que tenía previsto instalar, a la espera de que se calme la situación.

En Aquila (en Pagliare di Sassa) una de las primeras antenas 5G con 35 metros de altura, ha sido instalada en Ferragosto durante el 2018 por Vodafone y Wind3, cuando la mayoría de los habitantes de la zona estaban de vacaciones. Después de algunas semanas de experimentación, los habitantes han denunciado sufrir frecuentes migrañas y pérdidas visuales imprevistas; los electrodomésticos de casa fallaban, se encendían y se apagaban solos. Como consecuencia, han firmado una petición para pedir desplazar la antena unos centenares de metros. Habría que preguntarse, en este caso, cómo es posible que justamente Aquila haya sido elegida por el Ministerio del Desarrollo Económico entre las cinco primeras ciudades italianas (junto a Milán, Bari, Matera y Prato) en tener el “honor” de probar el 5G: ¿quizás es porque el gran experimento de control social de masas puesto en práctica en las zonas gestionadas por Protección Civil después del terremoto [Aquilla] obtuvo buenos resultados?

En Aquila también está el centro de investigaciones europeo sobre el 5G de ZTE, multinacional china de las telecomunicaciones, entre las multinacionales principales a nivel mundial en el desarrollo de estructuras para el 5G, que está invirtiendo muchísimo en territorio italiano (en colaboración con Wind3) y que hace pocos meses ha lanzado al mercado el primer smartphone compatible con las nuevas redes telefónicas 5G. La misma ZTE acaba de inaugurar su propio Cuartel General en Milán, ha abierto en Roma el primer laboratorio de ciberseguridad de Europa, y ya ha firmado convenios con las mayores universidades italianas.

Pero la empresa líder a nivel mundial en el campo del 5G es Huawei, también china. Esta ha invertido en Italia 3’1 mil millones de euros en investigaciones, marketing y suministros locales. En Italia, Huawei ya tiene 800 dependientes y dos centros de investigaciones mundiales: un centro de investigaciones sobre las microondas en Segrate (Milán), y otro sobre diseño y experiencia de usuario también en Milán, a los que se añaden los laboratorios sobre innovación, como el que trabaja diseñando las smart city en Pula (Cagliari), y ya tiene acuerdos con 14 universidades. En septiembre del 2019 está previsto que se abra otro centro de investigaciones sobre microelectrónica en Pavia, en colaboración con la universidad local.

Para poder utilizar el 5G está previsto que se instalen más repetidores; además, el tipo de frecuencia utilizada, llamada “milimétrica”, requiere que se instalen otras pequeñas antenas cada 100 metros, a menudo colocadas en los tejados de los edificios. Milán es la ciudad en la que los promotores del internet súper-rápido han decidido invertir para transformarla, según ellxs, en la “capital europea del 5G”. Vodafone ha ganado la convocatoria del Ministerio de Desarrollo y experimentará en Milán durante los próximos cuatro años, no solo con la nueva red sino también con toda una serie de servicios, en 41 proyectos que abarcan desde la sanidad, la seguridad, la movilidad, la escuela y la industria 4.0 hasta los servicios públicos. Junto al politécnico y a las 28 empresas asociadas con las que está colaborando para este fin, entre los que se encuentra el Instituto Italiano de Tecnología de Génova, Vodafone ha decidido invertir 90 millones de euros solo en Milán, que promete cablear con una cobertura del 100% antes de que termine el 2019 (el 80% parece que ya está cubierta).

Un resumen de las empresas principales y de las ciudades en las que el 5G se está implementando:

VODAFONE: Milán, Turín, Bolonia, Roma y Nápoles (red 5G ya activa).

TIM: Roma y Turín (activa); Sanremo, Bari y Matera (en fase de experimentación), Nápoles (en fase de instalación).

ILIAD: Roma y Milán (en fase de instalación).

WIND3: Milán, Bari, Perugia, Génova, Prato y Turín (en fase de experimentación).

FASTWEB-SAMSUNG: Bolzano y Biella (en fase de instalación).

El objetivo de este nuevo paso de la “revolución digital” es la interconexión total, la puesta en red de cada aspecto de nuestra existencia, una coexistencia cada vez más invasiva entre seres humanos y máquinas. El 5G, con su velocidad de captura, transmisión y elaboración de datos, es la premisa indispensable para realizar un nuevo modelo interconectado, el internet de las cosas (“internet of things”, IoT), del que ya pueden verse los primeros ecos desde que el smartphone con sus innumerables apps y los primeros objetos interconectados han entrado prepotentemente en circulación.

Lo que el internet de las cosas significa, en realidad, es la colonización de la vida cotidiana por parte de procesos de elaboración de información; con esta finalidad los sensores o dispositivos que recogen datos son introducidos y distribuidos en todas partes (incluso en nuestros cuerpos). Hay quien ya habla de “cuarta revolución industrial”: todo estará interconectado, desde las tostadoras hasta los collares para perros, desde las bombas de diálisis hasta las bambas para corredores. En círculos concéntricos que se extienden cada vez más, desde el espacio público (ciudad y campo), pasando por el espacio doméstico, para terminar en nuestra propia persona física, todo tiene que ser cableado, conectado, monitorizado, registrado para ser transformado en datos cuantificables para almacenar y utilizar en un futuro y sobre los que construir modelos predictivos.

Más allá de las motivaciones superficiales anunciadas por los partidarios de estas tecnologías avanzadas (hedonistas, generalmente: una mayor velocidad de descarga de las series de televisión, por ejemplo… o mayor eficacia y ahorro en el uso de los recursos, como en el caso de la agricultura digitalizada, de la gestión de infraestructuras, de los semáforos “inteligentes” para gestionar el tráfico, de la rapidez de intervención en casos de emergencia, etc.) es evidente que los intereses principales que se satisfacen con este nuevo modelo de vida impuesto son los de la vigilancia, la seguridad y el control.

Más allá de las aplicaciones específicas, esta hiper-conexión (de cada objeto y del mismo ambiente físico con bases de datos, redes de internet, etc.) implica la expansión de innumerables sistemas de datos, de sensores urbanos (integrados en los muros o bajo el manto vial, sobre los sistemas de iluminación, en las pantallas publicitarias…), además de ulteriores drones y cámaras de videovigilancia dotadas de funcionalidades cada vez más avanzadas. El uso, que pasará a ser obligatorio, de tarjetas electrónicas de todo tipo y del smartphone para cualquier operación cotidiana (desde el acceso a las oficinas hasta los desplazamientos, desde el uso de los servicios públicos hasta los privados) hará posible el rastreo de cada una de nuestras acciones y desplazamientos tanto en las ciudades como en el territorio en general, sumándose con el control constante de las cámaras, con el reconocimiento automático de las matrículas de los coches, y de la geolocalización a la que la mayoría se entregan voluntariamente a través de sus móviles. Por no hablar de todos los dispositivos de reconocimiento de voz, que en poco tiempo se extenderán con el smartphone dentro del ambiente urbano, y que permirán registrar conversaciones, identificar palabras clave, etc. Una red cada vez más basta de control de la que al individuo le será cada vez más difícil liberarse o escapar

No es casualidad que algunos proyectos vinculados con el 5G, estén orientados explícitamente hacia un incremento del control social, para satisfacer la creciente “demanda de seguridad”:
“Se prestará gran atención a la «visual recognition», la tecnología que permite reconocer a un individuo partiendo de las características de su rostro. Se podrán montar ojos electrónicos en drones de vigilancia o incluso en la entrada de estadios, hospitales, centros deportivos y lugares públicos con el objetivo de localizar posibles amenazas (y buscando no vulnerar el derecho a la privacidad). Una lógica que también podrá ser aplicada a los objetos a través de una nueva generación de sensores inteligentes y siempre conectados capaces de geolocalizar y medir una serie de parámetros sensibles: desde la temperatura hasta la presión y las modificaciones repentinas de forma o peso” (“Rivoluzione 5G, la città accelera”- Corriere della Sera Milano, 12/12/2017).

Todos estos dispositivos no son otra cosa que una encarnación del ojo cada vez más atento del Estado que persigue a todos los que se mueven dentro del espacio público y no solo. Los datos producidos por los dispositivos de vigilancia, por los dispositivos de control del tráfico, por los sistemas hardware instalados en los postes electrónicos, por los RFID de los que vienen dotados los contenedores de la basura, por los sensores de datos de las bicicletas del bike-sharing, por los contadores “inteligentes” instalados en las viviendas, por los GPS de los taxis y de los coches, por los parquímetros, por los cajeros automáticos, etc. son recogidos, cruzados y almacenados continuamente en la smart city imaginada por quién gobierna y por los tecnócratas a su servicio, los cuales sueñan con tener el control de todo desde de las pantallas de su sala de vigilancia central.

La ideología que acompaña el proyecto de la smart city ha sido expresada claramente por una de las multinacionales que más está invirtiendo en este sector, Siemens: “En pocas décadas, nuestras ciudades estarán dotadas de innumerables sistemas informáticos autónomos e inteligentes capaces de conocer perfectamente los hábitos y el consumo energético de cada usuario y de proporcionar servicios actuales”. El sueño de un sistema técnico total que se sobreponga a la sociedad y la incorpore, llevando a extremas consecuencias, gracias a la lógica científica, la naturaleza de esta sociedad, en la que el individuo es reducido a unidad productiva estandarizada útil solo en cuanto a engranaje de la gran maquinaria económica-social, cuya administración es entregada totalmente al Estado-ingeniero.

Otros proyectos relacionados con el 5G pretenden aplicar las potencialidades de esta red a las lógicas de la Industria 4.0, o mejor dicho al programa de financiamiento asignado en los últimos años por el gobierno italiano para una mayor robotización y automatización del sector industrial. La conexión 5G servirá en este caso para dotar a los robots de las líneas de producción de sensores, cámaras, micros… para volver su respuesta a los estímulos y sus acciones aún más precisas. Pero también, obviamente, para dotar de sensores a lxs mismxs trabajadorxs humanxs, esxs pocxs que permanecerán, para volver más mecanizado, eficiente y estandarizado (¿robótico?) su ritmo de trabajo, como ya ocurre en los almacenes de Amazon o de Esselunga donde lxs trabajadorxs están dotados de una pulsera eléctrica que les dicta las tareas que hay que realizar y los respectivos horarios que hay que respetar, calculados a través de algoritmos de inteligencia artificial, además de registrar los desplazamientos y la productividad de cada trabajador. El uso que se hace de estos dispositivos biométricos endosables en el mundo del trabajo hace evidente como estos proyectos de una mayor interconexión entre objetos y entre objetos y seres humanos solo benefician a los intereses de la clase dominante y del aparato capitalista. El almacenamiento de datos para la elaboración de modelos estandarizados, impersonales, de comportamientos con los que quieren que todxs nos conformemos (en ámbito laboral pero también en ámbito social en general, basta pensar en las nuevas cámaras “inteligentes” que avisan a las fuerzas del orden cuando reconocen movimientos considerados sospechosos) es uno de los aspectos más inquietantes de éstas tecnologías que prometen abrir las puertas a un futuro cada vez más distópico de control social total, en que la eficacia productiva y la obediencia son los únicos valores requeridos.

Pero el desarrollo del 5G está cada vez más ligado a la geopolítica internacional, a través de sus importantes aplicaciones en ámbito militar. La tecnología 5G es utilizada en ámbito bélico tanto para el mejoramiento de las comunicaciones militares, como para el desarrollo de tecnologías militares relacionadas con la robótica y con la inteligencia artificial. Se están desarrollando proyectos para usar en los sistemas de defensa relacionados con las armas hipersónicas, en la creación de bases militares inteligentes, en el caso de dispositivos “vestibles” [ndt: del inglés wearable] que proporcionen informaciones sobre los militares a tiempo real y en la implementación de soluciones de inteligencia artificial para las aeronaves sin piloto además del uso de trasmisiones en 4K.

La tensión que ha habido durante algunos meses entre Estados Unidos y China, las dos superpotencias dominantes a nivel global, justamente sobre el tema del 5G, reflejada en la actual guerra comercial entre ambas, es señal de que es considerada una infraestructura estratégica de vital importancia. Si bien hay diferentes empresas en el mundo empeñadas en el desarrollo de redes 5G (Nokia, Samsung y Ericson, por ejemplo), la multinacional china de telecomunicaciones Huawei es la más importante. En los Estados Unidos, el uso del 5G por parte del Departamento de Defensa ha hecho que sea obligatoria la seguridad de la infraestructura de la red comercial 5G, al estar empeñada en fines militares. Huawei ha sido acusada por Estados Unidos de ser un instrumento de la inteligencia china, a través de la cual Pekín pretendería tomar el control de “los mandos digitales del mundo”; la tecnología 5G china podría ser una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, porque podría haber sido proyectada para hacer posible el espionaje de informaciones secretas.

Por lo tanto, Estados Unidos ha declarado por unos meses la guerra a Huawei, buscando imponer también a los propios países aliados no subcontratar a la empresa china para la realización de las infraestructuras de conexión del 5G. Habiendo obtenido poco éxito, puesto que muchos países, especialmente los europeos, han elegido la convención y la rapidez de la solución china, Trump finalmente ha decidido reducir la presión sobre Huawei, también para reavivar las negociaciones comerciales con China. Una tregua que podría ser solo temporal. Para Estados Unidos y sus aliados sigue siendo problemático, a nivel táctico, llevar a cabo operaciones de guerra en áreas donde haya infraestructuras 5G de propiedad o gestionadas por China (en las que también juegan otras potencias como Rusia). El 5G por lo tanto podría llegar a influenciar, de manera aún imprevisible, en los conflictos entre potencias mundiales.

En los últimos meses, Trump ha enfatizado la importancia y la necesidad para Estados Unidos de proseguir con el avance tecnológico, en particular en el campo de la inteligencia artificial para aplicar en ámbito militar, en el que Estados Unidos está invirtiendo miles de millones de dólares para las investigaciones. El más conocido de estos proyectos es “Project Maven” dirigido principalmente por el Pentágono (en el que desde un principio también estaba implicada la empresa Google, que después se echó atrás), para la potenciación de la inteligencia artificial en los drones de guerra, de manera que identifiquen con más precisión los objetivos a golpear.

Mientras tanto, China, que para el 2030 pretende ser líder mundial en big data e inteligencia artificial, ha anunciado que ya ha empezado a trabajar incluso con el 6G: una fase aún sucesiva del desarrollo digital del mundo que hará posible modalidades como el Internet táctil, el Internet of Skills (“Internet de las habilidades”), la difusión de vehículos autónomos y la realidad virtual como aplicación de apoyo obligatoria. Un sistema construido sobre millones de repetidores celulares, antenas y sensores ofrecerá un potencial de vigilancia anteriormente impensable ya con el 5G, a través de tecnologías de reconocimiento facial, inteligencia artificial, elaboración de flujos de datos y formas de localización que podrían hacer que el anonimato se convierta en un lejano recuerdo.

Es hora de actuar para impedir la realización de esta pesadilla de mundo. El desarrollo tecnológico nunca tiene nada neutral, estando siempre situado históricamente en un contexto caracterizado por centros de poder que actúan por sus intereses, y que gracias a la tecnología obtienen armamento cada día más mortal.
Las avanzadas tecnologías modernas son ya portadoras, desde un principio, de un diseño de dominio y no podrían utilizarse de otra manera. No podrían existir en un mundo sin Estado, economía, autoridad, sin una organización social hipercompleja, burocrática, globalizada y necesariamente jerárquica. Hoy la tecnología es la armadura del poder, gracias a la cual éste se hace cada vez más fuerte y hace cada vez más difícil la resistencia y la revuelta de quién no quiere bajar la cabeza. Por lo tanto es un enemigo al que atacar con todos los medios de los que disponemos, sin concesiones.

ZTE Italia srl

  • Via Laurentina 455, Roma – Tel. +39 06.81915824
  • Viale F. Restelli 1A, Milán – Tel. +39 02.91150228
  • ZTE c/o Tecnopolo d’Abruzzo, SS 17 Ovest, loc. Boschetto di Pile, L’Aquila – Tel. +39 0862.350931

http://www.zteitalia.it

HUAWEI TECHNOLOGIES Italia srl

  • via Lorenteggio 240 Torre A, 20147 Milano
  • via Lorenteggio 257 Torre B, 20146 Milano
  • via Francesco Caracciolo 51, 20155 Milano
  • via Santa Margherita 14 ang. via Silvio Pellico 7, 20121 Milano
  • centro direzionale 2, 20090 Palazzo Verrocchio, Segrate (MI)
  • via Castiglioni 20, 20010 Arluno (MI)
  • via dei Marmisti snc, 70026 Modugno (BA)
  • p.le Luciano Anceschi 5A – 40141 Bologna
  • via Panciatichi 16 – 50217 Firenze
  • via San Benedetto 14 – 16126 Genova
  • via Giovanni Porzio snc, centro direzionale isola E/3, 80143 Napoli
  • via Ettore Majorana 8 – 90146 Palermo
  • via Medoaco 8 – 35135 Padova
  • via Naro 71 – 00040 Pomezia (RM)
  • via Carlo Veneziani 56 – 00148 Roma
  • viale Livorno 60 pal. A2, Liv. 2 Environm. Park, 10144 Torino
  • Joint Innovation Center CRS4, Loc. Piscina Manna, Edificio 1, 09050 Pula (CA)
https://consumer.huawei.com/it/about-us/

ALGUNOS DE LOS PROYECTOS MILITARES SOBRE EL 5G

El 5G y las armas hipersónicas

Ya que se trata de una red súper rápida capaz de intercambiar datos a tiempo real en áreas de gran dimensión, el 5G podría tener un rol importante sobre el que se habla desde hace tiempo en los ambientes militares: las armas hipersónicas. Actualmente en fase de desarrollo en Rusia, China, EEUU y Francia y, por lo que se dice, listas para el 2022, las armas supersónicas viajarán a Mach5, a cinco veces la velocidad del sonido, alrededor de 1’6Km por segundo. Estas armas volarán a altitudes elevadísimas, con trayectorias impredecibles, y serán capaces de eludir fácilmente los sistemas de defensa anti misil actuales. Interceptar estas armas será por lo tanto muy difícil, pero también será complejo dirigirlas. En este escenario, el 5G se inserta en los sistemas de defensa hipersónicos. Un vehículo aéreo, una base militar o incluso una ciudad tendrán a disposición menos de un minuto para reaccionar frente a la llegada de un misil hipersónico. Si se quiere tener alguna esperanza para defenderse de estas armas hipersónicas, será necesario disponer de una gran capacidad de elaboración a tiempo real, con la ayuda de la inteligencia artificial, de los datos sobre los objetivos y sus trayectorias, y por lo tanto del 5G.

El 5G y la base militar “inteligente”

El espectro de alta frecuencia, con longitud de onda corta, conocido con el nombre de “onda milimétrica” o “frecuencia extremadamente alta” (EHF en inglés), que permite velocidades superiores a 1 Gbit/s sobre redes 5G tiene obviamente un uso militar. Se trata de conectividad exclusivamente a corta distancia, por lo que es perfecta para crear bases militares y sistemas de control “smart”. Pensad, por ejemplo, en cámaras basadas en ondas milimétricas y en tecnologías con sensores de movimiento alrededor del perímetro de bases militares con la posibilidad de comunicación a tiempo real entre centros de control y vehículos. “Un reducido radio de acción de la señal no es un problema” ha afirmado Gary Martin, ex componente del Program Executive Office Command Control and Communications–Tactical del ejército estadounidense (Departamento de Estados Unidos que se ocupa de proporcionar al ejército americano todas las tecnologías y aparatos para la comunicación) a Signal Magazine. “En algunos casos, no se quiere que la señal se propague a una distancia excesiva porque el enemigo puede interceptarla”. Desde este punto de vista el 5G es perfecto: las señales a ondas milimétricas del 5G tienen un radio de acción limitado.

El 5G: la red perfecta para el campo de batalla

En el campo de batalla la velocidad lo es todo y el menor tiempo de respuesta del 5G, unido a la mayor capacidad de esta tecnología, permitirá a los ejércitos compartir más datos, como mapas a tiempo real, fotografías de escenarios de batalla y simulacros en ordenadores. Según una reciente reseña publicada por el consejo por la innovación del Ministerio de Defensa de los Estados Unidos “el verdadero potencial del 5G será su impacto en la red de guerra del futuro. Esta red incluirá un gran número de sistemas cada vez más económicos, más conectados y más resistentes, capaces de actuar en un campo de batalla que evoluciona con rapidez”. El 5G, además, combinará redes fragmentadas en una única red “para favorecer una mayor concepción de la situación en la que se encuentre y un mejor proceso decisorio. También habrá impactos positivos a nivel de logística y manutención”. Si bien la tecnología a onda milimétrica estará disponible en los escenarios de guerra en áreas geográficamente limitadas cercanas a estaciones 5G móviles, existe otro aspecto de las particularidades del 5G, también importante, pero a menudo ignorado. Hablamos de una conexión que se basa en ondas largas de baja frecuencia. No tiene la misma capacidad de transmisión de datos del 5G a onda milimétrica, pero, sobre todo en el futuro, esta tecnología sub-6Ghz se convertirá en una parte integral de las comunicaciones que deben cubrir grandes áreas del territorio. Esta tecnología, con un ancho de banda muy inferior, pero capaz de cubrir áreas muy extensas, ya está siendo utilizada por los diferentes ejércitos.

El 5G y los dispositivos de batalla vestibles

Una parte a menudo ignorada del estándar 5G tiene que ver con mMTC (de “comunicaciones masivas tipo máquina” en inglés), o más bien la parte del 5G que permitirá conectar hasta un millón de dispositivos por kilómetro cuadrado. En resumen, será posible tener sensores que recogen y comparten datos usando la red 5G. Con un smartwatch y dispositivos que los soldados se pueden poner como prendas de ropa será posible tener mucha información sobre estos: desde sus parámetros vitales, como ritmo cardíaco, presión arterial y cansancio, hasta su posición geográfica. También se podrían llegar a utilizar dispositivos de realidad aumentada similares a las Google Glass, un poco como las que los pilotos ya tienen, pero con transmisión de datos a tiempo real. En cualquier caso, la cantidad de información y su transmisión en el campo de batalla cambiará radicalmente con el 5G.

El 5G, los drones y la inteligencia artificial

Los vehículos aéreos no tripulados (UAV, Unmanned aerial vehicles), conocidos normalmente como drones, ya están dotados de aeronáutica militar de diferentes países. Aún no transmiten ni comparten imágenes en 4K a tiempo real con los centros de mando y control ni con las unidades implicadas en la guerra. Con el 5G llegarán los vídeos en 4K, el rastreo de objetos, una elaboración más rápida de los datos y la inteligencia artificial (un buen ejemplo en este sentido es Project Maven), que contribuirán con el éxito de las misiones de reconocimiento proporcionando informaciones a las unidades del ejército. El 5G, además, podría servir de ayuda para seleccionar las armas de manera más precisa e “inteligente”.

Fuente: “5G, así es como podrá ayudar al ejército” (Techradar, Jaime Carter y Fulvio Novì, 14 junio 2019)

Publicado en Fenrir #10, revista anarquista ecologista italiana. (traducciones al castellano: aquí )


Comments are disabled.