« El exceso de pantallas en los niños tiene consecuencias catastróficas. Y, sin embargo, el Estado está invirtiendo masivamente en tecnología digital en las escuelas, denuncia nuestra columnista. » [Reporterre]
Por Celia Izoard, 19 septiembre 2022.
Autora y periodista. Acaba de publicar una colección sobre la fábrica de lo digital (La Machine est ton seigneur et ton maître, Xu Lizhi, Yang, Jenny Chan, éd. Agone, 2022). Ha traducido el prefacio de una nueva traducción de 1984, de George Orwell (Agone, 2021). Es colaboradora de Reporterre. También tiene algún artículo sobre CLODO el « Comite Pour la Liquidation Ou la Destruction des Ordinateurs » (incluído en este fanzine).
¿Por qué dimiten tantos profesores hoy en día? Ciertamente, con los salarios en mínimos históricos y las aulas tan saturadas, muchos están quemados o asqueados de la gestión de las medidas sanitarias en la escuela. Los profesores sufren directamente el daño que la industria digital está haciendo a los niños.
Por término medio, los alumnos que empiezan a ir a la escuela hoy en día pasan tres veces más tiempo frente a las pantallas que hace diez años. Según una encuesta de Ipsos [1], los niños de uno a seis años pasan al menos seis horas a la semana viendo vídeos en Internet, cuatro horas con videojuegos y seis horas con la televisión. En las escuelas, Anne-Lise Ducanda, médico del Servicio de Protección de la Madre y el Niño, constata los efectos de este consumo exponencial. “Cada vez son más los profesores que deploran el aumento del número de niños incapaces de concentrarse en clase”, informa en Les tout-petits face aux écrans (ed. Du Rocher, 2021). “Niños que no pueden permanecer sentados en una silla o concentrados en una actividad durante más de dos minutos; niños que no están atentos ni a sus compañeros que les preguntan ni al adulto que se dirige a ellos. En los casos más extremos, algunos niños se encuentran en un estado de agitación constante: agarrando de forma compulsiva todo lo que está a su alcance, tirando cajas de material, lanzando juguetes, rompiendo libros.”
De hecho, las habilidades cognitivas y sociales de los niños pequeños están colapsando. Cada vez hay más alumnos que entran en la escuela sin poder hablar, entender, manipular objetos, relacionarse con los demás. Están repitiendo colores, números o secuencias de palabras en inglés directamente desde esas apps educativas diseñadas para hacer a los niños precoces y bilingües. El Dr. Ducanda informa que algunos niños de la guardería se levantan en medio de la noche para coger los smartphones de sus padres y ver vídeos a escondidas.
“En los casos más extremos, algunos se encuentran en un estado de agitación constante.”
Para estos estudiantes, la escuela es una pesadilla. Sus padres tienen que solicitar a la Maison départementale des personnes handicapées [Centro departamental de personas con discapacidad] un asistente de vida escolar para que se ocupe del niño en el aula. Anne-Lise Ducanda contaba: “Si en 2002 veía a un niño por colegio con esos síntomas, en 2017 había uno o dos por clase. En otras palabras, en quince años, había siete veces más niños en las doce escuelas de mi ciudad con problemas de relación y comportamiento de moderados a graves.” Descubrió que “el 90-98% de los niños con estos síntomas estaban sobreexpuestos a las pantallas, es decir, más de cuatro horas al día, incluyendo la televisión encendida de fondo”.
En 2021, los primeros resultados del estudio Elfe (Estudio longitudinal francés desde la infancia), realizado por el Inserm y la Santé publique France, concluyeron que “el uso prolongado de pantallas por parte de niños de 2 a 3 años se asocia a un mayor riesgo de trastornos del sueño, del comportamiento y del aprendizaje temprano”. Investigadores de la Universidad de Alberta descubrieron que los niños de cinco años que pasan más de dos horas al día frente a una pantalla tienen entre cinco y nueve veces más probabilidades de presentar síntomas asociados al trastorno por déficit de atención.
Para los más pequeños, el contenido de lo que se mira es menos importante que el tiempo: el tiempo que se pasa sin balbucear, sin tocar, sin gatear, sin aburrirse, sin mirar, sin imitar, sin caerse; sin las miradas y los gestos de los demás. Se suponía que la revolución informática daría paso a una “sociedad del conocimiento”. Veinte años después, ha privado a millones de niños de sus facultades más básicas: hablar, escuchar, razonar, comunicar, crear.
A diferencia de otras catástrofes, esta es reversible. Así, estos síndromes que algunos profesionales de la infancia denominan “Exposición precoz y excesiva a las pantallas” pueden curarse o mitigarse en pocos meses: basta con quitar todas las pantallas y restablecer la atención y la conexión directa, observó el doctor Ducanda en el curso de su trabajo clínico. Esto requiere que no se confunda con el autismo, con el que comparte ciertos síntomas. También significa que los padres tienen que soportar el doloroso ‘destete’ del niño. La adicción a las pantallas, que hace siete años representaba el 10% de las consultas del Dr. Benjamin Pitrat, psiquiatra infantil experto en adicciones del hospital Robert Debré, representará el 90% en 2020, según una entrevista en Le Monde. “Cuando los padres apagan la pantalla, esto lleva al niño a crisis que pueden ser impresionantes: insultos, patadas a las puertas, amenazas de suicidio…”, dice.
Al provocar tal degradación de la salud mental de los niños, la industria digital está destruyendo la escuela con la misma eficacia que el presupuesto. La está convirtiendo en algo inadecuado para los niños que ha formado con sus prodigiosos sistemas de captación de atención. El trabajo de los profesores ya era difícil; se está convirtiendo en algo casi imposible: ¿cómo pueden soportar físicamente una hora de clase alumnos acostumbrados a navegar, hacer scroll y recibir subidas de dopamina cada minuto? ¿Cuántos adultos pueden escuchar una conferencia de una hora de duración sin coger su smartphone o clicar distraídamente en una página? A partir de estos problemas, las empresas están apostando por soluciones innovadoras en las escuelas: aplicaciones educativas con mensajes de felicitación, lecciones de realidad aumentada e incluso pulseras conectadas para controlar la salud de los escolares demasiado sedentarios por las pantallas, pulseras que está probando el departamento de Sarthe. Para el comienzo del nuevo curso escolar, el ministerio ha seleccionado “69 soluciones educativas digitales propuestas por 34 editoriales y empresas EdTech en un contrato público de 25 millones de euros”. Se trata de un bucle que se refuerza: el daño de la tecnología digital está descalificando poco a poco a los profesionales de la escuela en favor de la educación digital. Además, refuerza el principal argumento de las empresas del sector para negar el desastre que han creado: ya ven, lo digital puede tener virtudes educativas, sólo depende de cómo se utilice.
Las empresas digitales han conseguido imponer una nueva norma social
“Todo depende de cómo se utilice”, “sólo hay que ser razonable”. Detrás de estas expresiones, afirmadas por los expertos en el “buen uso” de la tecnología digital, se traslada la abrumadora responsabilidad de estas empresas a los padres, y más concretamente a los padres de la clase trabajadora. Del mismo modo que la burguesía se ha alejado de la comida basura, ahora está aprendiendo a mantener a sus hijos alejados de las pantallas, después de haberlas utilizado durante veinte años como indicador social [2]. Las familias más pobres, inundadas de publicidad y privadas de la naturaleza, sin medios para competir con YouTube y Fortnite en cuanto a salidas y actividades de ocio, son víctimas de la miseria adictiva de la alta tecnología. No sólo sus hijos son los primeros afectados, sino que los padres son señalados como los principales culpables. Al igual que ocurre con los problemas de obesidad y sobrepeso (que afectan ya a más de un tercio de los niños pequeños en Francia [3]), la violencia de la intoxicación masiva se recicla como violencia de clase [4].
De hecho, en los últimos veinte años, las empresas digitales han conseguido imponer una nueva norma social: la de vivir con una media de seis pantallas en casa, consultando un smartphone 200 veces al día, viendo infinidad de vídeos. Al igual que la alimentación industrial, esta norma es patológica. La única manera de proporcionar un entorno decente a los niños es alejarse firmemente y transformarlo colectivamente. Parece muy poco probable que el Estado lo haga: después de haber aceptado el despliegue del 5G, acaba de destinar 1.000 millones a un gran plan digital para escuelas y 11.000 millones a tecnologías digitales de los 100.000 millones del plan de recuperación post-Covid. Los padres, por su parte, pueden reunirse para tomar decisiones que serían demasiado difíciles de tomar si estuvieran aislados. Existe un grupo (facebook) llamado “Parents unis contre le smartphone avant 15 ans” [Padres unidos contra los teléfonos inteligentes antes de los 15 años] que pretende que haya un mayor número de estudiantes de secundaria sin smartphone. Los padres de un mismo barrio o colegio podrían coordinarse con el mismo fin. Las reuniones y grupos de padres deben servir para coordinar que los niños que juegan juntos fuera de la escuela no tengan acceso a tabletas, teléfonos y consolas, o sólo en determinados momentos, dependiendo de su edad.
Notas
[1] Encuesta Ipsos 2022 con Bayard/Milan y Unique Heritage Media.
[2] “Una reciente revisión de la literatura internacional de los trabajos epidemiológicos sobre la exposición de los niños a las pantallas (que no incluía a Francia) indica que el tiempo de pantalla varía principalmente en función del origen étnico de los padres (los niños de minorías étnicas están más frecuentemente y más largamente expuestos a las pantallas), la edad y el nivel de educación de la madre, así como el ingreso de la familia (su aumento está negativamente asociada al tiempo de pantalla)”, reza en Enfant et écrans de 0 à 2 ans a través del seguimiento de cohorte Elfe.
[3] Un tercio de 2 a 7 años y un 21% de 8 a 17 años.
[4] El 16% de los hijos de padres de clase trabajadora en el periodo preescolar y el 22% en quinto curso tienen sobrepeso, frente al 7% y el 13% de los hijos de los directivos, según el Seguro de Salud francés
Fuente (francés): A la maison comme a l’ecole les ecrans sont une catastrophe