No necesitamos abrir minas en Europa

Por Celia Izoard, 25 octobre 2022

La UE ve en la producción doméstica de metales preciados un imperativo estratégico. Para nuestra cronista, se trata de una huida hacia delante de un mundo que rechaza toda alternativa. [Reporterre]


Merece la pena leer el reciente discurso pronunciado en Praga por el Vicepresidente de la Comisión Europea responsable de la planificación prospectiva. Escuchémoslo, aunque sólo sea porque cita a Margaret Thatcher, cosa que nunca es una buena señal. “No hay alternativa”, recalcó Maroš Šefčovič el 12 de septiembre en la conferencia europea sobre la seguridad de las materias primas: Hay que abrir urgentemente minas en Europa. ¿Por qué? “Para construir la economía descarbonizada y digital a la que todos aspiramos”, y para garantizar nuestras “capacidades de defensa militar”.

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En casa como en el colegio, las pantallas son una catástrofe

« El exceso de pantallas en los niños tiene consecuencias catastróficas. Y, sin embargo, el Estado está invirtiendo masivamente en tecnología digital en las escuelas, denuncia nuestra columnista. » [Reporterre]

Por Celia Izoard, 19 septiembre 2022.

Autora y periodista. Acaba de publicar una colección sobre la fábrica de lo digital (La Machine est ton seigneur et ton maître, Xu Lizhi, Yang, Jenny Chan, éd. Agone, 2022). Ha traducido el prefacio de una nueva traducción de 1984, de George Orwell (Agone, 2021). Es colaboradora de Reporterre. También tiene algún artículo sobre CLODO el « Comite Pour la Liquidation Ou la Destruction des Ordinateurs » (incluído en este fanzine).


¿Por qué dimiten tantos profesores hoy en día? Ciertamente, con los salarios en mínimos históricos y las aulas tan saturadas, muchos están quemados o asqueados de la gestión de las medidas sanitarias en la escuela. Los profesores sufren directamente el daño que la industria digital está haciendo a los niños.

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La necesidad de destruir la tecnología – Pierleone Porcu

Muchos compañeros se quedan perplejos ante una prospectiva basada en la necesidad de destruir completamente la tecnología y se niegan racionalmente a aceptarla, considerando más razonable y realista plantearse sólo el problema de la destrucción de las llamadas tecnologías duras, más conocidas como producciones de muerte (energía nuclear, armas de todo tipo, amianto, etc.) y, en cambio, preservar todas las demás que se consideran blandas (electrónica, microelectrónica, informática, etc.), ya que las consideran socialmente útiles y, por tanto, piensan que pueden hacer un uso revolucionario de ellas en el futuro. Como si estas últimas, a diferencia de las primeras, pudieran desvincularse completamente de la lógica del poder que las produjo y desarrolló.

Estos compañeros adoptan así, frente a la ciencia, la clásica actitud positivista de la Ilustración, basada en la supuesta neutralidad de los instrumentos producidos por el conocimiento tecno-científico, por lo que solo critican el mal uso social que el poder hace de estas tecnologías, que son utilizadas únicamente con fines de dominación total sobre la sociedad.

Nosotros, sin embargo, pensamos que los instrumentos creados por el poder, mas allá de los aparentes beneficios que a veces puedan aportar a la sociedad, pueden obedecer únicamente a la lógica que los creó, y por tanto. ser totalmente útiles para la consecución de sus fines, independientemente de quién los utilice.

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Sobre las bases místicas de la “neutralidad” de la tecnología / Nanotecnología y control social – Willful Desobedience

Hay una suposición popular entre l×s izquierdistas y otr×s radicales, quienes todavía sienten algún apego por el concepto de progreso o incluso por las construcciones teóricas marxistas, de que la tecnología como tal es neutra. Esta suposición es particularmente divertida porque aquell×s que la mantienen acusan a l×s crític×s de la tecnología de tener una concepción mística y no histórica de ésta. Lo que est×s apologistas de la tecnología reclaman, es que las críticas promueven el “determinismo tecnológico”, haciendo de la tecnología el factor determinante central en el desarrollo social, y de esa manera perdiendo la visión sobre el factor social. Terminan proclamando que los problemas no proceden del sistema tecnológico como tal, sino de quienes lo manejen y de como sea utilizado.

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Dictadura digital: lo que Google nos tiene preparado

Philippe Godard, ensayista y escritor francés, autor sobre todo de documentales infantiles sobre el tema de la ecología, se ha interesado por Google y su estrategia política. Después del artículo «De quoi le QR code est-il le nom?», lejos de cualquier simplificación, elabora una crítica exhaustiva de las inspiraciones y aspiraciones ideológicas del gigante de Internet a favor de un control ampliado de los individuos, o más bien de sus comportamientos, así como una reducción del papel del Estado, a través del concepto de Estado mínimo. ¿El resultado? La reconstrucción de una historia que es más compleja y problemática de lo que parece. Una contribución exclusiva para Mr Mondialisation.

Una de las particularidades de la empresa Google es que adoptó muy pronto una estrategia política, y no sólo comercial, económica y financiera. Esta particular estrategia política, basada en la ausencia de leyes en el mundo virtual y en una fraseología ambigua, se ha adaptado especialmente bien al mundo cambiante de los primeros veinte años del siglo XXI. Encuentra sus dos fuentes de inspiración fundamentales en un psicólogo, Skinner, y en un pensador del Estado, Nozick.

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Al alba de una nueva era

 «Uno de los aspectos de esta cuarta revolución industrial
es que no cambiará lo que estamos haciendo,
nos cambiará a nosotros
»

Klaus Schwabb, fundador y presidente del Foro Económico Mundial (WEF), que acaba de publicar The Four Insdustrial Revolution, seguido de otra obra – en plena pandemia de Covid19, The Great Reset – en la cual llama a aprovechar la crisis sanitaria para acelerar el nacimiento de la «economía 4.0»

Si aceptamos la calificación de «revolución» para designar las transformaciones de la economía capitalista en el curso de su historia, es por supuesto en el sentido de que ciertas transformaciones han implicado una importante alteración en las relaciones de producción, las relaciones sociales, las jerarquías sociales, los hábitos y las costumbres. Pero el término sería engañoso si también lo entendiéramos como un «cambio de rumbo» radical y profundo. De hecho, desde la introducción del agua y el vapor para mecanizar la producción sustituyendo parte del trabajo manual por máquinas, hasta la extracción de uranio para su uso en las centrales nucleares que alimentan el complejo de producción, no ha habido ninguna «revolución» nien la orientación ni en la lógica subyacente. Sigue siendo una cuestión de acumular beneficios, y para acumular, la economía debe crecer continuamente. Sin crecimiento, los márgenes para reinvertir y rentabilizar los beneficios son demasiado pequeños. Así que lo que llamamos progreso moderno cumple dos requisitos fundamentales: aumentar la dominación y la acumulación. Los dos aspectos –a menudo falsamente enfrentados en las figuras del «estado regulador» y del «libre mercado»– siempre han avanzado juntos. La apertura de nuevos mercados, la mercantilización de ciertos sectores, la extracción de recursos, la construcción y el mantenimiento de la infraestructura necesaria para la producción, todo ello no habría sido posible sin el crecimiento del poder estatal, y al revés, este crecimiento no hubiera sido posible sin el aporte de créditos, productos, armas y tecnologías por parte de los complejos industriales capitalistas. Los aburridos debates sobre los tipos del impuesto de sociedades, los costes salariales y la competitividad que parecen enfrentar al Estado con el mercado son básicamente pura palabrería: el «libre mercado» nunca existió y el Estado ha desempeñado un papel importante, si no indispensable, en el crecimiento de los grandes complejos económicos. Por poner un ejemplo reciente: los mercados financieros mundiales, base del sistema monetario mundial y que a menudo son presentados como el reino del capitalismo más auténtico, es decir, el menos restringido por regulaciones, simplemente no pueden existir sin los Estados. El «rescate» llevado a cabo tras el colapso financiero de 2008 es revelador a este respecto, y no puede sino asombrar a quienes creen en esa fábula tan interesada del Estado frente al capital.

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Escapar de la nueva era digital

El totalitarismo del sighlo XXI ya está aquí.   Philippe Godard, 2013.

 

Eric Schmidt, director general de Google, y Jared Cohen, director de Google Ideas[1], publicaron el 23 de abril de 2013 The New Digital Age. Reshaping the Future of People, Nations and Business (“La nueva era digital. Reestructurar el futuro de las personas, las naciones y las empresas») [Publicada en castellano con el título «Futuro digital»]. Desde el 1 de junio, su libro es el más vendido en la lista de Amazon de Estados Unidos en las categorías de «Informática y Tecnología – Historia», «Política y Ciencias Sociales – Historia y Teoría», y es el segundo en la categoría de «Ciencia y Matemáticas – Tecnología», por detrás de la indestructible biografía de Steve Jobs. Así que no se trata de un documento más sobre la era digital: es un auténtico libro político, que sería una locura ignorar.

Google, ¿más allá de los estados?

La primera información básica está contenida en el resumen:

1 — Nuestras futuras personalidades. 2 — El futuro de la identidad, la ciudadanía y la información. 3 — El futuro de los Estados. 4 — El futuro de la revolución. 5 — El futuro del terrorismo. 6 — El futuro del conflicto, el combate y la intervención. 7 — El futuro de la reconstrucción.

El papel de los Estados se ve cuestionado por el propio orden de los capítulos, que sugiere que la «revolución» y el «terrorismo» pueden acabar con los Estados y que, por tanto, será necesario llegar a una «lucha», que debe ganarse para la «reconstrucción». Ambos autores sitúan a Google como el estratega clave en una lucha contra la insurgencia generalizada[2], de la que el capítulo 5 es el punto crucial.

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5G – La infraestructura del dominio

El proyecto de digitalización total de la sociedad continúa, en los países tecnológicamente más avanzados, a ritmos cada vez más frenéticos, y el 5G promete ser un avance crucial.

Por 5G se entiende el internet de «quinta generación», caracterizado por una velocidad y potencia de transmisión de datos que puede llegar a ser 100 veces superior al modelo precedente.

Si el 5G ya funciona en algunos países como Suiza, Estados Unidos, Corea del Sur y Gran Bretaña, en Italia desde el 2018 se ha empezado a experimentar con él en las ciudades italianas gracias a la instalación de nuevas antenas, de las que ya están previstas millares. Hoy Italia se coloca en segunda posición en Europa, después de Suiza, en cuanto a la difusión de esta red de nueva generación. El termino experimentación, utilizado particularmente por sus promotores, es muy acertado: el 5G es una verdadera experimentación a cielo abierto de la que todxs somos las cobayas. Ya se conocen los efectos cancerígenos de las ondas electromagnéticas de los teléfonos móviles y de los repetidores que permiten su funcionamiento, y sin embargo los capitalistas y los gobiernos no tienen escrúpulos para dejarlas entrar en las contaminadísimas ciudades, donde vive la mayoría de la población, además dentro de poco tiempo también llevarán al campo esta enésima nocividad que (no lo dudamos) será la causa directa de nuevas patologías o se sumará a la ya inextricable red de las factores que contribuyen a provocar tumores, enfermedades neurodegenerativas etc.; hasta el punto que el 5G utilizará radiofrecuancias 10 veces más potentes que las actuales, a las que ya estamos expuestxs (llegando hasta los 61 V/m).

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Notas provisionales sobre el 5G

Los motivos por los que oponerse a la red 5G son muchos, a menudo relegados a un segundo plano debido a la preocupación predominante (y absolutamente legítima) de una tecnología de máxima nocividad, que invadirá cuerpos y espacios con graves consecuencias desde el punto de vista de la salud y la contaminación ambiental. Cuando hablamos de 5G, no podemos tener en mente un simple avance sobre la red actual de 4G y por lo tanto una forma de navegar más rápido. Cuando hablamos de la red 5G ni siquiera podemos verla «sólo» como otra nocividad más, oponiéndonos exclusivamente en términos de seguridad para la salud de los individuos y la protección del medio ambiente. La red de 5G es sobre todo una infraestructura necesaria para los diversos actores en ese campo. Necesario para los patrones, para aumentar sus beneficios a costa de los trabajadores; necesario para los Estados: por un lado para aumentar el control social dentro de las fronteras nacionales, por otro para orquestar mejor las operaciones militares en los diversos frentes de guerra.
Veamos estos aspectos…

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